TEMA: La mujer enamorada.
Autora: Lola Sanabria.
¿Acaso creíste por un momento que te ibas a librar de mí? No soy yo mujer que se abandone, Alberto. Te lo dije desde el principio. Si me dejas la puerta franca, yo entro, y si entro, no salgo. Pero tú, nada, empeñado en largarme. Que si no estabas seguro, que si mejor nos tomábamos un tiempo... Tonterías, Alberto. Y luego vino lo de intentar darme esquinazo, a mí, la Dolores, ¡pues no soy yo nadie para seguir una pista! Tengo el olfato de la perra de caza. Un poco confundido, sólo eso, y allí estaba yo para ayudarte a aclarar tus ideas. Pero no quisiste escucharme y al final te lanzaste, literalmente, al vacío. Fue un pronto, ya lo sé, por eso estoy aquí. ¡Mira qué ramo te he traído! De margaritas que son mis preferidas, porque las rosas que a ti te gustan están muy caras, Alberto. El caso es que el florero al lado de tu fotografía, tenga siempre flores frescas. El caso es que no te falte mi visita todos los días. Y, por éstas, que no pienso dejarte; pobre, tan solo entre tanta tumba.
VERDE QUE TE QUIERO VERDE.
Mi madre me decía a menudo que escogiera un buen marido que me mantuviera. “Mírame a mí, con las yemas de los dedos destrozadas por la flor del algodón”. Me daba un bastidor, finas telas y madejas de hilo Moliné blanco y gris, para que bordara las sábanas y las mantelerías de mi ajuar en consonancia con un rico pretendiente. Y mientras yo matizaba una flor, hacía un filtiré o perforaba un bodoque con el punzón, tras la ventana, el visillo corrido, observaba a mi vecino que recalaba una vez al mes después de recorrer los pueblos con su carga de quincallas. Tenía los ojos verdes, el color de la piel de la aceituna del verdeo y la porte de un príncipe gitano. Se sentaba en el umbral a ver pasar a las mozas y decirles requiebros, pero era a mí a quien miraba.
Una tarde espesa de calor, en mitad de una siesta insomne, decidí quitar la tranca de la puerta para ir a la fuente de la Higuera a coger agua fresca con el cántaro. Y allí me lo encontré, afilando un palo con la navaja. No hizo falta hablarnos. Me encaramé de un salto a la grupa de la mula y salimos de allí, pueblo a pueblo, a vender quincalla.
Una tarde espesa de calor, en mitad de una siesta insomne, decidí quitar la tranca de la puerta para ir a la fuente de la Higuera a coger agua fresca con el cántaro. Y allí me lo encontré, afilando un palo con la navaja. No hizo falta hablarnos. Me encaramé de un salto a la grupa de la mula y salimos de allí, pueblo a pueblo, a vender quincalla.
PD: Estoy de vacaciones y no tengo internet. Disculpadme si no contesto a los comentarios, lo haré a la vuelta.
Tal vez el hábito, casi malformación diría, me hace anticiparme un poco en el primero, pero el segundo es fantástico, me parece buenísimo.
ResponderEliminarParece que a la Puértolas le gusta cómo escribes y eso siempre agrada y da mucha confianza.
Enhorabuena, una vez más.
Un abrazo
Muy buenos los dos.
ResponderEliminarAl leerte parece que es tan fácil escribir...
El primero tal vez sea más socorrido y algo predecible el final pero "chapeau" por tu manera de escribir y contarlo todo. Te quedó perfecto, no se me ocurre cómo mejorar algo así.
El segundo me pareció fantástico, sencillamente perfecto.
Felicidades.
Un abrazo.
Jope Lolilla, dos ni más ni menos.
ResponderEliminarLa que vale vale.
Buenas vacaciones
R.A.
Pues sí, se te da bien esto del verano y pocas veces se ven estas carambolas. Y sobre todo me alegra que tengas ese reconocimiento, como dice Jesús, de Puértolas.
ResponderEliminarMe quedo con el primero, pues siendo una gamberrada, hay que dar con el punto para tener esa gracia.
Enhorabuena.
Besazo.
Gracias Jesus, Neli, R.A. Juan, por estar ahí, animándome con vuestros comentarios.
ResponderEliminarAbrazos para todos.
Hay cosas que no se pueden programar y el amor es una de ellas, muy buen relato
ResponderEliminarAfortunadamente, Corazón Verde. ¡Qué sería de un mundo sin las emociones del sentimiento! Gracias, una vez más, por pasarte por aquí.
ResponderEliminarAbrazos.