CAFÉ Y PALMERA DE CHOCOLATE
Siete de la mañana. Suena el despertador. Comienza a clarear el día. Se levanta y se ducha. Camiseta, chándal, calcetines gruesos, deportivas, chaleco de lana, anorak, bufanda y gorro. Llaves y unas monedas en el monedero, dentro del bolsillo izquierdo. Algunas más, bailando en el derecho. Siete y media de la mañana. La calle guarda la humedad de la noche. Huele a lluvia. Levanta la cabeza. Cierra los ojos. Respira hondo. El sol, bajo la línea de los edificios, desdibuja las terrazas de luz pálida. Avanza por el paseo. Se cruza con Diego que ha sacado al perro como todos los días. Se detiene un momento y lo acaricia. El padre octogenario regaña a su hijo discapacitado. Dos palomas picotean cerca de la pizzería. A lo lejos ve levantarse un pequeño bulto de un banco. Sonríe. Entra en la cafetería y pide un café bien tirado, de los que a ella le gustan. Se sienta en un taburete y abre el periódico. Resbalan los titulares ante sus ojos, como gelatina entre los dedos, sin retener una sola noticia, atenta a la puerta. Ocho de la mañana. Un soplo de aire frío la avisa. Se acomoda mejor. Mete la mano derecha en el bolsillo del anorak y deja la cremallera abierta. Da un sorbo al café. Oculta la cabeza entre las hojas del periódico mientras siente el calor en su costado. Sonríe. Espera y se vuelve a tiempo de verlo cerrar la puerta tras de sí. Termina el café, mete la mano en el bolsillo de la derecha, comprueba. Busca en el bolsillo de la izquierda el monedero. Paga y vuelve a la calle con el periódico debajo del brazo. Sentado en el banco, al lado de los cartones, él da grandes mordiscos a su palmera de chocolate, sujetándola fuerte con su mano derecha, pequeña y sucia. Sus miradas se cruzan cuando ella pasa a su lado. Se detiene ante el portal, saca la llave y la introduce en la cerradura. Antes de perderse en el interior, vuelve la cabeza y lo ve estirar los brazos hacia arriba, desperezándose, satisfecho, lleno de vida.
¡Conmovedor y tierno!
ResponderEliminarDescrito con palabras como miradas que acariciaran un mundo tan cachorro todavía, como ese que ahora se endulza con palmeras de chocolate, mientras espera un futuro que todos tus lectores desearíamos para él.
Una bella secuencia de neorrealismo del mejor Vitorio de Sica.
¡Menudo regalo para esa Momo!
Un gozo visitarte.
Aitor Menta
¡Ahí es nada! Nada menos que Vitorio de Sica. Muchísimas gracias Aitor. Es una pasada.
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