Los mejores relatos de La Ventana de Verano
Cada viernes la escritora Soledad Puértolas se asoma a La Ventana de Verano para animaros a escribir. El tema de esta semana es La casa del acantilado.
Iniciación. Autora: Lola Sanabria.
(Relato leído por Soledad Puértolas)
Conocí el mar cuando tenía diez años. Papá anunció una mañana de julio que en diciembre tendría un hermanito y mamá debía descansar. Pasaría el verano con la tía Leonor.
La tía Leonor se teñía el pelo de rubio y se pintaba de rojo la boca y las uñas de pies y manos. El primer día, dábamos un paseo por la playa cuando me llamó la atención aquella casa de postigos azules y paredes rojas, al borde del acantilado.
- ¿Quién vive ahí, tía Leo?- le pregunté.
- No te acerques a esa casa -, me ordenó. Y no quiso hablar más del asunto.
De día, la casa parecía deshabitada, pero de noche, iban y venían hombres y mujeres por el camino hacia la entrada alumbrado con luces de colores. Yo los espiaba desde la ventana de mi habitación, hasta que el sueño me vencía, con los prismáticos que me regaló papá para mi cumpleaños. Una de esas noches, el deseo de acercarme me desveló. Salté por la ventana y estuve merodeando por los alrededores.
- ¡Qué chico tan guapo!- escuché la voz de una mujer a mi espalda.
. Volví corriendo a casa y cubrí mi cabeza con la sábana. Entonces me llegó el olor de la mano que revolvió mi pelo. El mismo olor que descubrí en el brazo de mi tía aquella misma mañana cuando dejó sobre la mesa el tazón del desayuno.
La tía Leonor se teñía el pelo de rubio y se pintaba de rojo la boca y las uñas de pies y manos. El primer día, dábamos un paseo por la playa cuando me llamó la atención aquella casa de postigos azules y paredes rojas, al borde del acantilado.
- ¿Quién vive ahí, tía Leo?- le pregunté.
- No te acerques a esa casa -, me ordenó. Y no quiso hablar más del asunto.
De día, la casa parecía deshabitada, pero de noche, iban y venían hombres y mujeres por el camino hacia la entrada alumbrado con luces de colores. Yo los espiaba desde la ventana de mi habitación, hasta que el sueño me vencía, con los prismáticos que me regaló papá para mi cumpleaños. Una de esas noches, el deseo de acercarme me desveló. Salté por la ventana y estuve merodeando por los alrededores.
- ¡Qué chico tan guapo!- escuché la voz de una mujer a mi espalda.
. Volví corriendo a casa y cubrí mi cabeza con la sábana. Entonces me llegó el olor de la mano que revolvió mi pelo. El mismo olor que descubrí en el brazo de mi tía aquella misma mañana cuando dejó sobre la mesa el tazón del desayuno.
Muy buenos los dos micros de la VentanA de Verano. Tienes una voz propia y una manera de contar con la que me identifico bastante,sensible y lírica sin ser ñoña.
ResponderEliminarUn saludo :)
R.A.
Muchas gracias R.A. Me alegro de encontrar por el cyber espacio almas gemelas.
ResponderEliminarSaludos calentitos.
Me traes a la memoria toda una etapa en la que ejercí de espia para descubrir el meollo de la vida.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Enhorabuena.
De niños y adolescentes todos somos espías por aquello de la curiosidad. Tú lo has prolongado en el tiempo. Eso has ganado.
ResponderEliminarGracias por tu enhorabuena.
Puñado de besos.