Tomada de la red. |
Tu
sonrisa.
El
placer de tu mirada.
Radiante
y feliz
como
niño con zapatos nuevos.
Anochecía
violeta.
Entre
telas estampadas
de
amor recién estrenado.
Gallinita
clueca por adulación de gallo.
Deseos
cumplidos entre almohadas de plumas.
«Sillita de oro para el moro y silla de oropel
para su mujer».
Del
embeleso al beso.
Del
beso al cansancio,
Del
cansancio a la trágala.
¡Me
gusta tanto el morado!, decías, fascinado.
Y
pasaste del foulard, el vestido y los zapatos,
al
mapa de mi cuerpo.
Los
tequieros tatuados se los tragaron las arrugas de mi piel.
Vejez
adelantada con pronóstico de muerte súbita.
Y
entonces aquel Ocho M en el vagón de metro
con
sus letras enlazadas.
«Somos
la voz de las que no tienen voz ».